miércoles, noviembre 30, 2005

El error de Dios

"... la verdad no es necesariamente lo contrario de la ficción, ..."

El sábado 11 de junio del 2005 muere en Francia, el escritor Argentino Juan José Saer.
Su concepto de ficción no difiere del de "Historia de un deicidio": Donde Vargas Llosa considera al escritor un dios creador de mundos autónomos. Saer aborda la compleja relación que existe entre la verdad y la versosimilitud y nos dice en El concepto de la ficción que "Hay novelas autobiográficas con verdades pero no son verosímiles. Puesto que el concepto mismo de verdad es incierto y su definición integra elementos dispares y aun contradictorios, es la verdad como objetivo unívoco del texto y no solamente la presencia de elementos ficticios lo que merece, cuando se trata del género biográfico o autobiográfico, una discusión minuciosa."
Molestan los guiños del escritor o del director de la película, como si en un momento de este mundo apareciera Dios en el cielo con la inmensidad en que emerge un plato volador en la guerra de los mundos de Spielberg y nos hiciera un guiño para desaparecer y no volverlo a ver hasta después de los Jinetes del Apocalipsis. Seguramente si pasara eso, nuestro mundo perdería toda verosimilitud, ya nadie creería en nada, ante esa evidencia irónica. Todos se sentarían a esperar a que baje el telón o pulularían los supuestos mediadores ante ese Dios para pedirle cambios en el guión.
Habrían entonces mediadores más o menos verosímiles ante un dios que luego de esa aparición repentina, como hacía Hitchcock, no repetiría más su truco sabiendo que ha metido la pata, que le ha dado demasiados argumentos a los que consideran que el mundo es maya (ilusión), que Berkeley tenía razón, el cuento Las ruinas circulares de Borges o la novela corta La invención de Morel eran solo presagios de un dios egoista. Pero Dios que es omnipoderoso, puede volver la cinta del tiempo para atrás y en ese punto cuando apareció como metiendo la cabeza en una pecera con los ojos abierto, tomar otro recorrido, de modo tal que los hombres nunca sabrían de ese error de Dios.

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