Era tan egoísta que se reprochaba que el dia tuviera solo 24 horas para dedicarse a si mismo. Ese amor que se prodigaba, lo hacía caminar plácido y sereno, seguro de si mismo, sabiendo que no había nadie más importante que él y que incluso, cuando salió de la Caja de Valores, que lo había protegido de
Cerró sus ojos, imaginando todos los nunca más como: afeitarse, lavar el coche los domingos, dar pésames, recordar cumpleaños y lo más fatal de todo, ir a trabajar, el reloj, renunciar a la modorra de las siete de la mañana.
A las díez se despertó, uy seguro que no hay agua potable, pero si, todo funcionaba a las mil maravillas. Se fue a la biblioteca y se paso toda la mañana organizando un plan de lecturas, que interrumpió a la hora, dejaremos eso al libre gusto, nada de disciplinas autoimpuestas y se sentó en una de las banquetas a leer Nadie, Nada, Nunca de
La mediodía volvió a su casa y almorzó solo, como siempre lo hacía, y se durmió un siestón de dos horas, cuando despertó era de noche, y se quedo leyendo en el salon comedor.