martes, noviembre 22, 2005

desde la Ingenieria social al buscon


"La Ingeniería Social podría definirse simplemente (como) el uso de las personas como herramientas para conseguir el fin deseado..."
Microsiervos

"La verdad es que no hay tecnología en el mundo que pueda prevenir un ataque de ingeniería social."


Parece que el estereotipo del hacker como un joven que se vive masturbando, que le tiene miedo a las mujeres y que está todo el día quebrando sitios de la FBI, IBM o del portal del ayuntamiento donde vive, es solo una triste figura que no corresponde a la realidad. Kevin Mitnick es un buen ejemplo.
En realidad para hackear (timar) un sistema sigue siendo importante ser un timador social, un punguista, una persona que hackea las vulnerabilidades humanas más que las informáticas.
Tanto las habilidades sociales como las informáticas son necesarias para abrir un sitema y así en algunos casos usaré a Dale Carnegie (y elogiaré a la recepcionista o al egocéntrico gerente de marketing), en otro, las artes que Cialdini predica en La sicología de la persuación y que son básicamente seis y bueno luego saber programar o tener al lado a ese hacker con espinillas, a quien seguro también timaré.
Abagnale que usaba la ingeniería social, nació en un momento equivocado (también El buscón nació varios siglos antes), y de haberlo hecho en la época de su alter ego Di Caprio, sus estafas habrían sido de varios ceros más y todavía lo estarían buscando los muchachos del departamento de delitos informáticos del FBI.
Los manipuladores son entonces ingenieros sociales aunque no sean Ph. o quizás nunca hayan pisado la Universidad.
Y aquí va un timo de este hacker social que no tiene nada que envidiar a Kevin:
"Levantóse la mesa, apartámonos yo y el licenciado a hablar de la ida en casa de la dicha. Yo se lo facilité mucho. Y estando hablando con él a una ventana, hice que me llamaban de la calle, y dije: «¿A mí, señor? Ya bajo». Pedíle licencia, diciendo que luego volvía. Quedóme aguardando hasta hoy, que desaparecí por lo del pan comido y la compañía deshecha. Topóme otras muchas veces y disculpéme con él contándole mil embustes que no importan para el caso."
Historia de la vida del Buscon de Francisco de Quevedo, Libro Tercero, Primera parte
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