martes, febrero 07, 2006

Una temporada en el infierno - Visita de Ratzinger a la Argentina torturadora


En setiembre de 1978, una dictadura de asesinos que ejerció "legalmente" el terrorismo como el tercer Reich el asesinato en masa de judíós, gitanos, testigos de jehova, comunistas, discapacitados, rusos, y en general opositores al régimen recibe a Ratzinger en nombre del Papa Juan Pablo II, para organizar el congreso Mariano que tenía como fondo, los campos de la muerte y tortura de la Escuela Mecanica de la Armada, Vesubio y muchos más. En esa época la dictadura hacía también los vuelos de la muerte, arrojando presos políticos al Oceano Atlántico.

Al acto asistieron más de ciento cincuenta mil personas, el poder de la iglesia estaba intacto y con un poder tal vez superior al de los mismos asesinos que hacían de maestros de ceremonia. Era la ocasión para hablar, porque una sola palabra, hubiera detenido todas las sentencias de asesinato, pero que fatalmente se cumplieron.

Los presos políticos, torturados, violados y algunos en los preparativos para la muerte, seguían ansiosos desde sus jaulas las palabras de Ratzonger. Sabían que una sola palabra y muchas almas hubieran sido salvadas.

Esperábamos de Ratzinger un acto de valentía cristiana que dijera:
- Bueno basta de protocolo, quiero visitar a la Escuela de Mecanica de la Armada, quiero ir a la carcel de Caseros, a la docena de campos de concentración como el Vesubio, quiero hablar con esa gente que yo sé que tienen detenida y que torturan, porque la iglesia está muy bien informada -hubo un obispo Novack que participo del Congreso Mariano y denunció como un Quijote francotirador todas esas abominaciones- así que por favor llévenme ahora mismo a visitar a los que sufren, a los que lloran, a los torturados.

Pero nada, el futuro Papa, sonreía y sonreía, hablaba con los torturadores vestidos de civil, todo fue así hasta que se despidió desde las escaleras del avión que lo llevo a Italia y las picanas electricas y los viajes de la muerte, y el secuestro de niñós y toda esa celebración a la muerte empezó de nuevo.

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