Un discípulo, estos evangelios no dicen cuál, ha traído hasta los pies de Jesús, un hombre que ha dibujado una caricatura del Señor.
Esto no puede quedar asi - dice el discípulo y que -ya está todo dispuesto lapidarlo. Todo se hará por la noche, para no provocar a los centuriones, quienes solo aceptan la justica del Cesar. Es un hombre vulgar, del montón, se pasa las horas rondando por las pescaderías para que le den vino y algo para comer. Se gana la vida dibujando estas patrañas.
Jesús observa su caricatura, está demasiado delgado, narigón, vestido como vagabundo y rodeado de prostitutas. La caricatura le hace gracia y le pide al dibujante si se puede quedar conella. El hombre que tiene sangre seca en su pomulo y un ojo medio cerrado por los golpes, balbucea que sí, que se lo puede quedar; pero Jesús le da unas monedas, dos pequeñas monedas, que apenas alcanzarán para comprar un pan y un poco de leche, toma esto y sigue mejorando tu dibujo. Cuando el discípulo quiere cerrar el paso del dibujante, Jesus le hace una seña, para que lo deje ir.
Jesús sigue con sus uvas y le pregunta a Pedro si está todo listo para viajar mañana a Jerusalem.
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