Tengo a veces la lucidez de ver las cosas como son, sin el filtro de esta sopa de aminoácidos cáusticos que es el cerebro.
No puedo cambiar el mundo, creo que no, pero sí puedo hacer que mi vida sea más apacible. No será fácil dejar de ofenderme por cosas que son realmente intrascendentes, no será fácil que me dejen de apetecer cosas que son realmente frívolas, no será fácil dejar de sentir miedo, o si por lo menos eso no lo puedo controlar, no será fácil no huir, quedarme quieto y ver que me hacen los fantasmas.
Cuando tenía unos doce años y le seguía teniendo miedo a la oscuridad, que era un miedo muy raro, porque en definitiva el miedo nunca dejaba que aconteciera aquello tan terrible. Una vez me dije, bueno voy a enfrentar a esos seres que parecen susurrarme en la oscuridad, que se apoyan en mi cama, que sé que me están observando. Pero seguí teniendo miedo y el otro día cuando dejé el coche en el garaje y se apagaron todas las luces, tuve que recorrer los más largos treinta metros de mi vida hasta llegar al ascensor mientras sentía ruidos y me dije, bueno se quieren comunicar conmigo, pero yo no quiero, no quiero, como ahora que estoy solo en mi casa y solo se escucha el ruido de la portatil y algún crujido y vuelvo a decir, nó, no quiero saber nada.
Categorías: relatos,
martes, febrero 28, 2006
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1 comentario:
Sí que quieres saber y esa es precisamente la raíz de la oscuridad.
Los que no quieren saber no perciben las sombras. Yo siento muchas veces ese miedo del que hablas. Un abrazo. Rocío.
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