viernes, octubre 26, 2007

Van Helsing

Los reyes crueles hacen a la gente pusilánime. Pasar desapercibido es el lema en Transilvania; aquí no hay que molestar el sueño eterno  del conde; nadie sabe a ciencia cierta si está vivo o muerto, pero por cierto todos conocen las  lapidaciones y empalamientos y nadie quiere pasar por eso. En la hostería del pueblo, un  forastero se adentra en las tinieblas del salón, la gente murmura y mira de reojo, a este hombre de chaqueta, corbata y un maletín, ¿pero qué llevará en ese maletín?, se murmuran.

 

Una joven le toma el pedido, sus ojos celestes brillan en las tinieblas del salón. Después de la sopa y un vino que lo ha mareado, ella lo conduce a la habitación donde le hace el amor con furia. Van Helsing nunca la ha pasado tan bien y tiene un  sueño profundo que repara su cuerpo fatigado de un viaje que lleva dos semanas de traqueteo desde que salió de Londres.

 

Al amanecer, su maletín ha desaparecido y advierte que el espejo no devuelve su imagen.

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