Y yo aquí en este cafecito inhóspito, medio agresivo, cuando le digo un cortado en jarrito y retomando lo de Silanes, que yo estuve mucho más lejos que Silanes, qué nunca gane un premio, salvó el barrilete de Los pájaros o un concurso de verano,dónde cada día elegían un cuento.
Quiero ser escritor famoso, escribí en Vorg, y lo reescribi varias veces, como que quedaba mal que el personaje fuera tan rastrero, que en realidad debiera buscar lo que hay detrás del ojo de la conciencia o la inmortalidad o no se, como Buda, que no haya mas penas ni tristezas, o el amor y eso ultimo siempre esta alli, pendiente.
Me fui del tema, ni se cuál es el tema.
Que hoy no sabía dónde ir a escribir, no me apetecía ningún lugar y caí en este lugar que tampoco me gusta, frente al colegio secundario de Paula y Luciano.
Ahora me acuerdo, y hoy quería escribir del olvido que 100 por 100 voy a ser, un olvido no metafísico o real, es el ninguneo que todo escritor mendocino seguro que será , salvó Di Benedetto, y la cosa es sentir un reconocimiento en vida, que este año, lea en el diario y me caiga de culo por haber ganado un concurso importante.
El mismo olvido del hombre que frente a mi cuenta que compró un aire acondicionado en 18 cuotas a sus amigos y se entusiasma de la buena oportunidad. Y el hablar, el contar cosas siempre insignificantes pero importantes para Erasmo, como las que yo hablo, o las que le contesta el de al lado, de cuotas, ajustes y el ruido de atrás del mostrador, y el hombre que se queja de que de todo debe pagar coseguro de salud
He mandado manuscritos de varias de mis novelas a unos 5 concursos y con la casi absoluta certeza de que no ganaré.
Ayer ví un vídeo dedicado a Saer, el autor de Cicatrices y El entenado, una novelita que me regaló Raúl. Es el retorno de Saer, creo que en los 90, por los cascajos que se ven y a la hermana viendo televisión en un viejo aparato mientras su voz en off dice , bueno yo voy a ver televisión mientras el gordo Saer sube una escalerita. La documental es horrible y tiene algunas cosas interesantes, la trastienda de un Saer natural, espontáneo, tan distinto a los aparatos escritores de Buenos Aires como Paula, la apestosa Gramuglia y su rictus postmortem o Piglia que sale en el asado, tan mediocres sus diarios. Y mi envidia a todos ellos.
La escena del diminuto departamento de Saer en París, creo. La mujer lavando platos, la estrecha mesa redonda donde almuerzan, la mujer fumando y Saer esperando que el chofer lo deje pasar al ómnibus que lo llevaría a Rosario o Santa fé, no se, donde los esperan dos hermanas.
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