Pienso, luego moriré, pensó Descarte en su última noche nórdica, después de darle el beso a la reina bajo una mirada jesuita.
Si pensar es decir la verdad, atributo de los poetas y los pacientes de Freud, solo se trata de jurar por lo que se me pasa por la cabeza.
Se parece a los trenes (censura) que veo pasar por mi cabeza desde el piso de mi hijo.
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