En Las Cunas, una pedanía de Cuevas del Almanzora, nació mi madre, cuando la fiebre de la plata, iba decayendo. Ella, de nombre Concepción, fue hija del Frasquito y de Manuela, siendo muy pequeña, fue llevada a un pueblo llamado Alvear en el Oeste de Argentina.
Pasaron muchos años y uno de sus hijos, ya viejo, medio cansado, con dos hijos y con la excusa del corralito, volvió a Cuevas, donde lo esperaba el Bartolico y la familia de allá.
Allí, casi sin jurárselo, en un pueblo fatigado por los godos, los visigodos, los fenicios, los judíos, los romanos, los árabes, los castellanos, los rojos, los nacionales y finalmente los andaluces, se prometió retomar la estirpe.
De todos los pueblos que fastidiaron su cerrado valle, Cuevas conservó alguna parte y cuando lo encañonaron, dijo ser del que le estaba apuntando.
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