¡Qué pasa cuando se llega al punto de la certeza de que no se llega?, ¿el punto del cenit de la esperanza?, un punto muerto, ciego donde se pierde la propulsión épica. El motor acaba de perder su última ración de combustible, sin embargo sigue flotando en el silencioso cielo negro y no va a pasar nada especial, incluso nadie se dará cuenta del incendio de la nave.
Uno puede ponerse el traje espacial y salir al otro día, con toda normalidad. "¡Buen día!", sonreir y ni los amigos advertirán el incendio. Incluso vas a dudar de contarlo, "¿para qué?"
"Che, ¿cómo andás?", nada, aquí estamos, le decís, pero tengo que contárselo, pensás..., no no tiene sentido, o si tal vez tanta profesionalización del consejo, nos desalienta a escuchar al amigo.
Pero al fin y al cabo, todos son incendios recientes, algunos muy lejanos. Todos llevan adentro esos incendios perpetuos, que nunca terminan de apagarse y cuando solo queda el rescoldo, una brisa fría vuelve a avivar las llamas.
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