Drágora, es un pequeño pueblo donde lo que abunda es la envidia, la codicia, la hipocrecía y el desdén. Si Drágora es el espejo del universo, yo soltaría mañana mismo a los jinetes del apocalipsis casa por casa y me ofrecería voluntario para ir marcando a los que tendrán que trasladar sus bártulos al infierno.
Este pueblo conoció el hambre a niveles poco imaginables; casi toda su población joven emigró a otros países, donde en su mayoría vivieron en barracas y ejercieron oficios de sirvientes y lacayos, pero cuando volvieron, lo hicieron con ganas de vengar tanta miseria y humillación que vivieron y empezaron a mirar en menos a los ecuagoras y en general a todos aquellos que vinieron como ellos hace no muchos años, escapando de dictadores y mishiaduras. Hoy para los drágoras el dinero es la única religión viable y lo veneran convirtiendoló en coches, primeras comuniones, casamientos y posesiones. Es como una venganza de haber fregado tantos pisos a la gente del norte. La veneración por el dinero es tan grande que este constituye el santo patrono del pueblo, al que en dos fechas del año le ofrecen su veneración desfilando las diferentes hermandades por todo el pueblo.
jueves, diciembre 29, 2005
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