Vacilar, confuso, ilegible, irreconocible, ataque al pánico.
Desde ese panorama, bordeando el dolor y el éxtasis, abandonando toda forma, asumiendo lo híbrido, el alambre que arregla todo, que ata y desata, ese ese camino alejado del literato que busca la palabra justa, el soneto o la metáfora perfecta, la consagración, los premios, los aplausos en los sueños, largando al tacho de basura toda esa basura, permanecemos en un acto de vacilación, confusión y oscuridad.
Aquí estoy, peor que los detritus de Beckett, pero confiando en el siendo, lo que va siendo, las cargas que se arreglan y arremangan en el camino.
Hoy, el día se emperra en ser igual que el de anteayer, en una serie de fotogramas casi iguales, y luego volver a un fotograma que repite este, como una maldita eterna recurrencia que nadie ha solicitado.
Escribir en el agua.
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