En realidad eran casas aéreas, sostenidas por globos inflados de helio. Fue un modo de sortear todas las restricciones que las autoridades ponían a construir viviendas en la playa.
Las casas eran construidas una a una y luego elevadas a unos 80 metros de la tierra, al borde de la playa. Con un simpático Zeppelin que tenía el logo de la promotora y su eslogan: la mejor vista de la playa, los clientes eran llevados a visitar las casas flotantes. La primer semana, a fuerza de promociones por la televisión y visitas de la gente de Guinness, se vendieron las seis que estaban montadas y hubo una lista de espera de mas de cuarenta interesados.
Pero ocurrió una desgracia, un niño de cuatro años se cayó de una de las casas y el alcalde clausuró el proyecto. El ayuntamiento obligó al constructor a poner redes en torno a las casas y afianzar su estructura a cables de acero, dado que una fuerte ventisca desplazó las casas más de quinientos metros de la costa.
Las casas fueron reinauguradas pero ya nadie se interesó y entonces se pusieron muñecos en las casas con movimientos y que sonreían y saludaban a la gente que los miraba con largavistas.
La gente empezó a visitar la zona de las casas flotantes solo por curiosidad, se organizaban visitas en pequeños zeppelines y la promotora vio el negocio del turismo. Pronto la gente dejó de visitar las casas flotantes y estas siguieron permaneciendo, cada vez mas viejas y arruinadas.
Yo suelo caminar por la playa y me gusta acostarme boca arriba enfrente de una de esas casas, puedo ver sus nervaduras, cómo cruje, e incluso se ve el bidé desde abajo y como las casas están sobre el mar, los constructores pensaron que todo caería sobre el mar. En las noches de luna, las casas, parecen King Kones encadenados, son como bestias que en cualquier momento tomaran vida arrancaran las cadenas, y se arrojaran sobre las calles como dinosaurios enfurecidos.
domingo, mayo 21, 2006
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