El oficio de escritor permite registrar arqueológicamente lo que sucede, como hacia ese marinero en el submarino ruso que fue hallado con una libreta donde registró como el agua iba subiendo, en medio de la oscuridad, a doscientos metros por debajo del nivel del mar Báltico.
Sabes que tu nave va cayendo al fondo marino, ves el mundo por las ventanas del batiscafo, un griz mar, como sera el Báltico, oscuro, denso, como una niebla, sabiendo que no puedes hacer nada, inmóvil, sin que se te apetezca nada, sabiendo que el mundo vertiginoso, te va a triturar en terminos de deudas, vencimientos, culpas familiares, morosidad,etc. y tu que solo sueñas con la tranquilidad de una espacio imaginario en Alvear, donde nacistes, siempre volviendo a ese pueblo donde fuistes feliz sin desear otra cosa que un buen regalo para reyes, arrojando tu boomerang frente a la casa de tus abuelos, o corriendo con los galgos en la casa de tu tía Encarna, fuistes feliz y pleno y luego desapareció el tiempo presente y aparecieron los proyectos, la futuridad, lo que te haria feliz, y ahora ya un viejo zorro y cansado, sabes que todas esas zanahorias eran tigres de papel, que no te alimentaron nunca, que cuando esos signos llegaron eran humo y una nueva zanahora.
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