Un grupo de mujeres activistas y poetas independientes viajó al Vaticano para pedir la canonización de Alejandra Pizarnik. Llevaron una pequeña estatuilla de vidrio de la trágica suicida. El Papa Francisco las recibió y les recitó Cenizas, él es un fans de Alejandra y todas las noches se duerme leyendo algún poema de ella o un fragmento del evangelio.
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