No puede haber una  novela de ciencia ficción que perdure, que sea leída y que la haya escrito un  tal González, o Fernández y menos García o Gardini o Marturano o Batistinni;  nó,nó, para escribir fantaciencia debes llamarte Le Guinn, Dick, Asimov,  Doctorow, Bradbury pero no Pérez. Lo siento muchachos, o nos cambiamos  de apellido  o cambiamos al público; lo mismo pasa por los grandes  descubrimientos, hay que ser Bohn, Bor, Esinstein, Heisemberg, Griggs, Crick  pero no Mendiguren, que suena mas como estanciero o hacendado, pero no lo  imaginamos de guardapolvo blanco, en una silla desvencijada intentando develar  los misterios de las hélices helicoidales.
 Hay un estigma en  nuestros apellidos o un prejuicio en el lector, que supone que una cantante de  opera puede llamarse Callas, pero  Callas no suena como escritora de  ciencia ficción. 
 ¿Que hacemos? Nos  cambiamos el apellido, como hacían los espagueti western, ¿simulamos ser John  Radcliff, o como los nombres de las star pornos, que siempre se llaman Jennifer  Norton? Las cosas son así, y la imaginación del escritor, tiembla cuando  va  a crear un aparato que sea demasiado de ciencia ficción y entonces  intenta que sea un aparato mas de la fantasía; esta La invención de Morel de  Bioy Casares que es pura ciencia ficción pero nadie reconoce a Bioy como un  escritor de ciencia ficción, incluso es más reconocido como el amigo de  afinidades de Borges o por el fotógrafo de la plata o por Muñecas rusas y  no  por esa gran genialidad que es La invención de Morel. Lo mismo con  Borges que es más reconocido como escritor fantástico que por la ciencia ficción  o también Julio Cortazar, pero claro ninguno de estos dos, se le dio por la  ciencia ficción, de haberlo hecho hoy no los reconocería nadie y fueron atinados  en no ahondar sus ocurrencias de ciencia  ficción.
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